Si el bolígrafo escribiera por mí
rozando palabras exactas
en el penetrante alquitrán,
carreteras con curvas
imposibles,
solitarias,
anexas a otros caminos,
rumbo a la quietud,
si esas palabras hablaran
cada vez que pienso en ellas
revoloteándolas en kilómetros
interminables,
si el papel se dejase escribir
suavemente
sobre el polvoriento salpicadero,
si las ruedas se parasen solas
frenando el tiempo
cuando vuelan los patos
y comen los ciervos…
sería libre…
Libre para sentarme
al borde de esa quietud,
para inmortalizar momentos
descuidados en la monotonía.
Libre para ser yo…
Ese “yo” descubridor de sí mismo
rompiendo al “yo” inútil,
castigador de la dorada
libertad…
ese “yo” enajenado de su antigua esencia
hallado en cada guardarraíl,
sorprendido en cada señal.
Ese “yo”,
otro “yo”
rozando palabras exactas
en el penetrante alquitrán,
carreteras con curvas
imposibles,
solitarias,
anexas a otros caminos,
rumbo a la quietud,
si esas palabras hablaran
cada vez que pienso en ellas
revoloteándolas en kilómetros
interminables,
si el papel se dejase escribir
suavemente
sobre el polvoriento salpicadero,
si las ruedas se parasen solas
frenando el tiempo
cuando vuelan los patos
y comen los ciervos…
sería libre…
Libre para sentarme
al borde de esa quietud,
para inmortalizar momentos
descuidados en la monotonía.
Libre para ser yo…
Ese “yo” descubridor de sí mismo
rompiendo al “yo” inútil,
castigador de la dorada
libertad…
ese “yo” enajenado de su antigua esencia
hallado en cada guardarraíl,
sorprendido en cada señal.
Ese “yo”,
otro “yo”
Estefanía Rodríguez Trigos
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