Las noches de luna llena,
son sueños ligeros de ropa,
verdades fundidas con dudas,
reflejos de plata en los lagos
que ojos, ávidos de roces,
le roban a la certidumbre.
En noches de luna llena,
pueden los cuentos creerse,
los besos esclavos, fugarse,
caricias fugaces posarse
sobre las pieles que adsorben
brillo alado y ceniciento.
Son noches de luna llena,
las que se adornan con versos,
las que evitan pronunciarse
sobre la culpa y el miedo
junto a hogueras deseosas
de almas nuevas, redimidas.
Yo canto a la luna llena
y bebo la luz uniforme,
tiendo mi cuerpo en la piedra
bajo su cara de incienso,
mientras sonríe y contesta
mis preguntas, silenciosa.
Decía mi abuela que la Luna tenía un balcón con una planta de azahar florida, si te asomabas a él, el mundo giraba según tus circunstancias: ¡y las veías!.
ResponderEliminar¿Tú también te asomas al balcón de la Luna?.
Mi abuela también era poeta. Otro día os pongo una poesía de ella.
Un saludo.