Si la palabra tuviera puertas
y las puertas batieran sus palmas,
tendrían cuidado las gentes,
se esconderían:
al desnudo estarían sus almas.
Si las puertas se fueran abriendo
poquito a poco bien de mañana,
el sol ayudaría a imprimir,
en la mente:
todo lo bueno que hay en el alma.
Y si la mente se despertara
ya sea de tarde o prontito al alba,
la palabra estaría viva,
tendría un sello:
el que se adquiere bien de mañana.
Lía
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